Cómo llegamos a la Constituyente

¿En riesgo la democracia?

Quiero comenzar compartiendo brevemente una parte de mi testimonio de vida, como introducción al tema.Me tocó nacer lejos del impacto de las dictaduras. Lo único que recuerdo, como entre sueños, es a grupos de militares en ciertos lugares cercanos al barrio donde me crié en esta bella Santa Cruz. También recuerdo las colas largas que tenía que hacer mi madre para proveer de alimentos a la familia.Pero nunca vi hostigamiento ni persecución hacia los míos. Ni tengo recuerdos oscuros de aquellos años tristes y dolorosos para miles de bolivianos que, discordante con mi experiencia, tuvieron que lamentar la muerte o desaparición de sus familiares.Después sobrevino la democracia, cuya recuperación costó sangre y dejó luto en valerosas mujeres y hombres bolivianos, y con sus carencias, esa democracia no me dio riquezas, pero sí me dio lo básico para ser hoy una ciudadana agradecida a este sistema que afortunadamente impera desde hace 25 años en el país.Pero tengo que reconocer que esa preciada democracia no fue equitativa con todos los hijos de Bolivia. A unos pocos les dio mucho y a otros, que son muchos, no les dio nada.Del porqué unos cuantos recibieron mucho hablaré más adelante.Pero llama mi atención la convicción democrática de nuestro pueblo, pese a esa inequitativa distribución de los beneficios de la democracia.De acuerdo con enfoques estructuralistas, el hecho de registrar los niveles de pobreza que tenemos, de inequidad social, de divisiones étnicas y de un ineficiente desempeño económico que, aclaro, no son resultado de esta gestión de Gobierno sino de todas las que lo precedieron, eran factores suficientes para considerar el fracaso de la democracia. Pero no, nuestra seguridad en el régimen de las libertades rompió esos parámetros y aún después del 17 de octubre de 2003 continuamos creyendo en la democracia primero. Se desgastó, sí. Claro que se desgastó. Pero la sabiduría del pueblo ha sido tal que llegó a identificar a los protagonistas de esa corrosión.En esta coyuntura confrontacional, en la que los vientos soplan y levantan aromas pestilentes de los basurales que dejaron aquellos pocos de los que les hablé en principio, es decir de quienes sí se beneficiaron de la democracia, es necesario mencionar algunos datos que demuestran que ese tufo maloliente no emerge de las mayorías. Estoy refiriéndome a la sociedad en su conjunto, no a organizaciones sociales en particular.Estudios hechos por instituciones y organismos internacionales, actualizados, señalan que entre cinco y seis de cada diez bolivianos prefieren un Gobierno democrático sobre uno autoritario y entre cuatro y cinco de cada diez dicen estar satisfechos con el funcionamiento de la democracia boliviana. Son datos a diciembre de 2006. Es verdad, el 2007 marca un punto de inflexión en esta coyuntura, pero no la pasaré por alto en este análisis.Estos mismos estudios señalan que en los últimos cinco años, la situación actual difiere radicalmente de la que prevalecía en el momento más álgido de la crisis de la democracia en Bolivia.Las instituciones representativas del Estado han pasado de un nivel promedio de aprobación del 27 % en 2003 al 50% en 2006.Y miren este dato relativamente fresco, también de un estudio científico de un organismo internacional, dice: en mayo de 2007, dos de cada tres ciudadanos aprueban la gestión del Gobierno y casi la mitad valora positivamente el trabajo del Congreso y del Poder Judicial. Claro, ustedes dirán que después de los puñetazos de la semana pasada, la cosa cambia. Es probable, lo leeremos en otros informes científicos en unos cuantos meses más. Pero estoy tan convencida del poder de discernimiento que tiene el ciudadano que su lectura en el momento de evaluar las instituciones del Estado sobrepasará estas coyunturas. Más adelante les voy a explicar porqué pienso así.Cito estos datos, la mayoría del último informe del PNUD e Idea Internacional que titula El estado de la opinión, porque creo que es necesario comenzar esclareciendo, con indicadores científicos, las corrientes políticas que no responden al verdadero sentir de la sociedad.Miren ustedes, la nueva Ley Agraria se aprobó el año pasado, en medio también de un escandalete que no implicó puñetazos, pero sí patadas que destrozaron los vidrios de las puertas de la sala de sesiones del Senado Nacional. En esa ocasión se habló de todo. Se dijo que ciertos senadores habían recibido prebendas para aprobar la Ley, por ejemplo. Pero fíjense bien, a principios de este año, después de ese bochorno político, casi la mitad de la población consultada por la empresa Apoyo Opinión y Mercado, calificó bien al Poder Legislativo boliviano, que en los cuatro años anteriores (de 2003 a 2006) su aprobación había sido inferior al 40%.Y es que el ciudadano boliviano tiene tan clara la película, que sabe perfectamente diferenciar las coyunturas y no se deja engañar fácilmente por las campañas mediáticas de uno y otro polo contrapuestos.Ahora sí me voy a referir a esto de la lectura que tiene la sociedad acerca de estos episodios, también sustentada en información científica.Es que los organismos internacionales nos estudian tanto que incluso miden cada coyuntura que se nos presenta, pero esos datos nos sirven, para estas citas por ejemplo.El Informe sobre Desarrollo Humano en Bolivia de 2007, del PNUD e Idea Internacional, dice que el conflicto registrado en Cochabamba, en enero de este año, que dejó un saldo de dos personas muertas y varias heridas, dejó también como resultado una caída de casi 30 puntos en la aprobación del prefecto Manfred Reyes Villa, de casi 10 puntos en el respaldo al Presidente Evo Morales, y de cinco puntos en el apoyo al alcalde de la capital valluna. Estos descensos se registraron en menos de un mes. Al final del conflicto, la polarización permaneció latente: mientras cinco de cada diez cochabambinos aprobaba al Presidente, cuatro de cada diez aprobaba al Prefecto, pero sólo uno de cada diez aprobaba a ambos.Según este informe, esta dinámica es bastante consistente en los estudios de opinión pública de los últimos años: por más polarizado que esté el panorama político, y ante el temor que sienten los ciudadanos por lo que pueda suceder en el país, ellos penalizan a todos los actores en conflicto. O sea que no se salva uno.Y quiero citar otro ejemplo que no está lejos del momento que estamos viviendo los bolivianos hoy:En el segundo semestre de 2006, los prefectos de los tres departamentos del llamado eje central, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, mantuvieron niveles de aprobación superiores al Presidente de la República, precisamente, cuando enarbolaban un discurso opositor en defensa de la democracia y el respeto de las minorías en la Asamblea Constituyente, señalando un permanente llamado al diálogo a las autoridades gubernamentales y al oficialismo representado por el MAS. En cambio, cuando dichas autoridades regionales entraron en la dinámica del conflicto abierto con el Poder Ejecutivo, su nivel de aprobación se vio seriamente resentido.Miren qué interesante: la ciudadanía valora el rol que juegan las distintas autoridades a lo largo de un proceso de conflicto, pero en el balance parece pesar más su actuación para encontrar una salida negociada a los problemas que afectan al país. Seguramente debe ser porque al final, todos perdemos. Y eso el ciudadano lo tiene claro.Hoy estamos sumergidos en otra crisis. No podemos negarlo. Que repercute en la democracia, sí, eso tampoco podemos negar. Pero no es la crisis que nos muestra la corriente mediática impulsada por uno de los polos confrontados y que desde la instalación de la Asamblea Constituyente aparece de cuando en cuando, precisamente para afectar el proceso.Fueron meses que desperdiciamos en aquel inútil debate de los dos tercios versus la mayoría absoluta. Los dos tercios que nunca ejercitaron quienes hoy lo demandan. Pero si estamos hablando de un pasado inmediato, cuando los titulares de la misma prensa decían: “la aplanadora del oficialismo aprobó tal ley”.Y no quiero dar a entender que me voy por la mayoría absoluta.El ejemplo constituyente de los sudafricanos es digno de mencionar cada vez que uno se refiere a estos temas. Sudáfrica, un país que se desangraba por sus marcadas diferencias étnicas, supo salir de esa terrible crisis sin la necesidad de los dos tercios. Aprobó su nueva Constitución Política del Estado por UNANIMIDAD.Por demás está decir que su base fueron los consensos y claro, un líder político de tal envergadura que mereció el premio nobel de la paz en 1993.Los bolivianos ahora estamos en otro atolladero que, pese a la legitimidad de la demanda chuquisaqueña, nada tiene que ver con los verdaderos problemas de fondo, los problemas estructurales del Estado, pero que ha tenido tanto impulso, de uno y otro lado, que miren logró paralizar el trabajo de la Asamblea Constituyente. Y los protagonistas que lideran estas coyunturas, la de los dos tercios, la del dilema del carácter de la Asamblea (originaria o derivada) y ahora la referida a la capitalidad plena, son siempre los mismos. Que no aprenden de sus errores.El término democracia está tan vapuleado y manoseado que aquellos que la utilizaron para beneficio propio y de grupo, en desmedro de las grandes mayorías, hoy se llenan la boca defendiéndola en nombre del “pueblo”.Las voces mediáticas dicen que se cae la democracia porque la Asamblea Constituyente no quiere dos tercios, porque quiso ser originaria y no derivada, porque retiró de su agenda bajo una presión desesperada e irracional el de tema de la capitalidad plena que nunca se perfiló en la etapa preconstituyente, pero que apareció de pronto y tuvo tanto peso que logró la paralización del trabajo de la Constituyente.La democracia se caerá, sí, si es que no se profundiza y camina más allá de las urnas. La democracia del voto ya no es suficiente para Bolivia.La democracia electoral no le dio de comer a este pueblo y si no se llena esa carencia en este derecho ciudadano, ahí sí, la democracia peligra.Hay ciertos hechos irónicos en esta polarización confrontada:Las mismas voces que hoy defienden la democracia, también reclaman al Gobierno que implemente una política económica que impulse a los sectores productivos. Como nunca antes hay un divorcio absoluto entre el Gobierno y estos sectores.

A propósito de esto, una reciente publicación del ILDIS señala que la economía boliviana estuvo sustentada en acuerdos informales entre el poder político y las elites, situación que impidió que se establezca una base para el desarrollo económico del país. Dice textualmente que ese “camarillismo” o “compinchismo”, con esos términos, generó en Bolivia un capitalismo de camarilla, no asimilable por el capitalismo de mercado.

(Exposición en el Seminario ¿Qué futuro queremos para la democracia en Bolivia? organizado por el Centro Cuarto Intermedio)

La sexta marcha indígena

Nuevamente se repitió el drama de la caminata de los indígenas, la mayoría de Tierras Bajas. La mayoría de pueblos que están en vías de extinción. Cuán dura es la realidad de estas etnias y cuán incomprendida por la sociedad política y mediática. Y eso que en este momento el país está gobernado por un indígena, cuyo partido tiene mayoría en la Asamblea Constituyente. Y eso que en este momento, el “indigenismo” está de moda en los medios de comunicación.

Todo lo que han conseguido los indígenas, desde 1990 con la primera marcha, ha sido así, con este tipo de sacrificios. Saliendo de sus comunidades con todas sus miserias a cuestas y mostrando esas miserias para sensibilizar al mundo.

Las cinco marchas indígenas anteriores (1990, 1996, 2000, 2002 y 2006) se realizaron durante las gestiones de gobiernos que ahora se denomina de “derecha”. Hoy, durante un gobierno de indígenas y que se autocalifica como socialista y de izquierda, sucedió lo mismo.

¿Acaso no es contradictoria una movilización como esta durante el sistema político que está gobernando el país en este momento?

Hasta donde informaron los medios de comunicación, ninguna autoridad de Gobierno se acercó a los más de 300 hombres, mujeres y niños indígenas que estuvieron movilizados.

¿Para este Gobierno no valen o no cuentan los indígenas del oriente y la amazonía del país? O, ¿cuáles son los indígenas que cuentan para el Gobierno?

Los rumores, las versiones y los chismecillos infundados de que la marcha estaba financiada por el Gobierno y que era una estrategia más del MAS, se derrumbaron por su propio peso en los medios de comunicación.

Pero rápidamente buscaron otros promotores de la marcha. Se la endilgaron a las ONG. ¡Qué falta de respeto al movimiento indígena! Son versiones y rumores que no tienen el más mínimo sustento y que denotan una ignorancia supina del tema, un desconocimiento censurable del movimiento indígena de este lado del país y, sobre todo, un desprecio único hacia estas culturas.

Este golpe, de menospreciar un movimiento originario, es igual de duro que los puñetazos del constituyente de Podemos contra el presidente de la máxima organización de pueblos indígenas del Oriente de Bolivia. A veces, los golpes verbales, las mentiras tendenciosas y las opiniones sin fundamento son tan agresivos como la torpe mano de ese político constituyente.

¿No sería mejor enviar un periodista que participe, desde una perspectiva noticiosa, de este tipo de movilización para que vea qué comen, qué viste, cuánto caminan, quiénes los apoyan, dónde duermen, cuáles son sus temas de conversación, cómo se movilizan, cuáles son sus esperanzas etc.? Sólo así podrían descubrir quién financia una movilización como esta.

Hay medios audiovisuales que han emitido opinión acerca de esta marcha sin siquiera haber hecho la cobertura noticiosa de la misma y menos el seguimiento correspondiente. Así como también hay otros –la mayoría- que iban y se daban un “velento” por la marcha, visita de una hora, y con eso les bastaba para informar que estaba financiada.

No se puede ser tan despectivo con lo indígena y considerarlos como si fueran objetos o animales, “acarreados” por el Gobierno o “acarreados” por las ONG. ¡Por favor!

¡Qué lamento el de los yuqui!

En noviembre de 2005 escribí un reportaje en EL DEBER que tituló La raza yuqui se está muriendo. Lo de ‘raza’ fue parafraseando la chobena de Armando Terceros que se llama Lamento yuqui.
¡Qué lamento el de los yuqui! Se siguen muriendo.
En aquel reportaje cité algunas cifras que ahora quiero recordar y que, ojalá, sirvan para la reflexión de los defensores del indigenismo y de la cultura cruceña.
Según algunos investigadores de esta etnia, en el siglo XX probablemente había unas 500 familias biá (el verdadero nombre de los yuqui). La antropóloga estadounidense Allyn Stearman registró 186 de ellos hasta septiembre de 2005. Dos meses después, los periodistas que fuimos a Biarecuaté (así se llama la comunidad donde viven) vimos poco más de cien personas, entre adultos y niños, y luego de casi dos años, el Defensor del Pueblo volvió a advertir de la probable desaparición de la etnia. Dice que le queda un lustro de vida.
Imposible olvidar la segunda y última vez que ingresé a Biarecuaté. Yo estaba con casi cuatro meses de embarazo y me enteré de que en Chimoré condicionaron el desplazamiento de los yuqui porque “no se comportaban conforme a las normas de urbanidad”. Nos subimos a una canoa y navegamos hasta la comunidad para escuchar su protesta por el desprecio. Eso fue en marzo de 2006.
En esa fecha los vi peor que antes. No podía concentrarme en las entrevistas porque mis ojos se desviaban hacia los niños sucios y desnutridos, las mujeres avejentadas y sin dientes, la escuelita cerrada y las chozas semidestruidas. Fuera de la comunidad, en las poblaciones asentadas a la orilla de la carretera hacia Cochabamba, en Chapare, mujeres y niños yuqui estaban mendigando a vecinos y turistas.
¡Qué impotencia por no poder ir más allá de las letras de un reportaje o de un artículo de opinión como éste que insiste, una vez más, en sensibilizar la dureza de una política desgraciada e inhumana por parte de quienes tienen responsabilidad en este etnocidio!
El proceso de reivindicación indígena tiene que bajar la mirada de las tierras altas y poner sus ojos en Biarecuaté. Si no lo hace, en el recuento histórico quedará grabado que mientras se pregonaba el resurgimiento indígena y la descolonización en Bolivia, una etnia, víctima de la colonización, moría enferma y de hambre.
El proceso paralelo, de reivindicación cultural en el oriente, de rescate de costumbres cambas, también tendrá su saldo en contra en los archivos históricos, donde –estoy segura– constará que mientras en la ciudad se festejaba el Día de la Tradición Cruceña, en el campo, una de sus tribus, con raíz guaraní, agonizaba carcomida por un hongo, por la tuberculosis y por la falta de alimento.
Más allá de la demagogia, de los ‘ponchos rojos’, de los sombreros de saó y hasta de las movilizaciones en contra de la FIFA, está la vida. Más allá de la búsqueda de la preservación de las culturas y de nuestros orígenes, está el ser humano. Tengamos un mínimo de compasión y de solidaridad con personas que tienen exactamente nuestros mismos derechos y que son tan bolivianos como nosotros, pero a los que se está dejando morir.

 

(artículo publicado en El Deber el 4 de junio de 2007)

Blog en construcción

Quiero recordarles que este blog todavía está en construcción…

Carta a René

No tenés idea la ternura que me inspira recogerte todos los días del área de juegos de los más chiquitos del colegio. Ya ni siquiera entrás en las hamacas, pero estás meciéndote en ellas. Hace poquito, todavía te subías a la calesita y tratabas de jugar a las escondidas entre los vericuetos que tiene.

Mi niño que está dejando de ser niño. Que ya no quiere saber que su madre lo siga adulando delante de los demás como si fuera chiquito, pero que como está en ese transe entre niño y adolescente, todavía se deja adular en la intimidad de su casa.

El otro día, cuando me dijiste que aquel parque donde te llevé era muy pequeño para vos, que querías ir a otro donde los resbalines fueran más grandes, me puse a pensar que será muy difícil encontrar uno a tu medida, porque ya creciste.

Tus ambivalencias sobre en qué etapa estas también me enternecen. Cuando te autodefinis como un “puber” (pubertad) para pedirme que te deje ir solo al cine. O cuando me pedis un regalo para celebrar el día del niño, mi corazón se quiere salir porque te miro de cuerpo entero y veo cuán grande estás. Peor cuando me contás de la niña bonita de tu clase, la que te gusta…

Ni qué decir de cuando me enteré que pediste a tus abuelos un jeans y una camisa porque querías impresionar a “alguien”. Sos tan genial que no tuviste reparos en ponerte el jeans de tu abuela y la camisa que olvidó tu padre.

Esas cosas te hacen distinto y marcan la diferencia que toda madre ve en sus hijos. Para nosotras, nuestros hijos son únicos y siempre tenemos excusa para excusarlos. Si se quedan a reforzamiento en la escuela, es porque tienen algún problemita simple; si son respondones, es porque nosotras los provocamos; si son callejeros, es porque nosotras no siempre estamos en casa para controlarlos. Siempre encontramos una respuesta para que ustedes queden bien.

Pero de verdad, vos sos diferente. Para mí que ningún otro niño ha sido tan tierno con su madre embarazada como vos. Cuando llegaba cansada, con la panza grande y los pies hinchados, ahí estabas, para acariciarme, para pasarme las chinelas, para hablarme bonito, para pedirme que te cuente cómo eras vos cuando estabas en la barriga. Juntos hicimos planes para cuando naciera tu hermana, barajamos nombres y hasta me acostabas dándome las buenas noches. Así me trataste. Esa vez, por ejemplo, asumiste otro rol, el de adulto, el del hombre de la casa que tenía que cuidarme.

Por eso decidí escribirte en el Día de
la Madre, para decirte que estos últimos doce años he sido la madre más feliz del mundo. Primero, incentivé tus fantasías mintiéndote que Dios me había mostrado un montón de fotos de bebés para que yo escoja uno, y que acertadamente te había elegido a vos; y después, cuando me exigiste la verdad, te aclaré que la cosa no fue tan así, pero que en el fondo de mi corazón fuiste perfectamente escogido.

He tratado de resumir todo lo que siento por vos, y decírtelo en este día especial, que sos el mejor regalo que me dio Dios.

Viví contando historias

Lo diré de a poco. En estos casi 15 años conversando con la gente, escribiendo y publicando lo que ellos dicen, piensan y sienten y, sobre todo -tengo que reconocerlo- escribiendo lo que yo percibo, veo e interpreto de ellos, tengo como para escribir un libro.

He conversado con hombres, mujeres, niños y ancianos. Con dirigentes sindicales, con líderes indígenas, con líderes políticos, con presidentes de Bolivia y de otros países, con vecinos, con alcaldes, con concejales, con periodistas, con emigrantes en otros países y con todo ciudadano que consideré tenía algo que transmitir, algo que contar, algo qué denunciar o algo qué pedir. Incluso he escrito sobre aquellos fantasmas que salen de los canales de drenaje tambaleando a pedir una moneda para volverse a drogar.

Ese es mi único capital. El que quedó grabado en el disco duro de mi cabeza y que quiero compartir.

Imposible olvidar los rostros asustados de los soldados en los aserraderos de la frontera con Brasil cuya mano de obra era comercializada por militares del Ejército boliviano. Eso lo denuncié a mediados de los 90, cuando canal 9, hoy Unitel, era parte de ATB. El caso llegó al Parlamento Nacional. Más adelante les contaré el pequeño «precio» que pagué por meterme con un sector «intocable».

Imposible olvidar la cara de aquel vecino del Plan Tres Mil que desesperadamente me buscó en ese mismo canal de televisión para que le ayudemos a gestionar tubos de oxígeno para que su esposa viva. La mujer no tenía pulmones. Los había escupido de a poco debido a la tuberculosis. Le conseguimos el oxigeno, le ayudamos a internarla en el hospital y gestionamos para que los hijos pequeños fueran sometidos a tratamientos médicos para evitar el contagio. A la semana de estos trámites, el hombre volvió a buscarme. Estaba vestido de negro y con los ojos húmedos. Su esposa había muerto y pedía un último favor: que le ayudemos a conseguir el cajón para sepultarla.

También es imposible olvidar cómo se me erizó el cuerpo cuando vi nacer a los primeros trillizos probetas. Se me quiso salir el corazón de alegría como si hubiesen sido mi familia. ¡Qué increíble!

Este oficio ha sido lleno de altibajos. Uno de los picos de mi vida periodística se registró a mediados y hasta finales de los 90, cuando se realizó la búsqueda y posterior hallazgo de los restos del Che Guevara. ¡Qué experiencia! Correteando entre Santa Cruz de la Sierra y Vallegrande.

Aquí no termina, seguiré alimentando este espacio

La Asamblea tiene cuatro invisibles

“Somos cuatro (indígenas del oriente) frente a doscientos cincuenta y un constituyentes”, le dijo el moxeño Miguel Peña a la antropóloga Emilia Varela para graficarle que la representación que tienen en la Asamblea Constituyente es insignificante como para lograr incidir en los cambios constitucionales a favor de los pueblos originarios del oriente de Bolivia.
Qué ironía. Aquellos hombres y mujeres que no tuvieron reparo en salir de sus recónditas comunidades a pie y con la familia a cuestas, que recorrieron cientos de kilómetros para llegar a la sede de Gobierno y exigir el respeto a sus derechos y que demandaron Asamblea Constituyente antes que nadie, hoy no tienen la representación que les corresponde para lograr lo que justamente reclaman: la recuperación de sus territorios, el respeto a sus culturas y el trato igualitario con el que no es indígena.
Cuatro bolivianos que parecen invisibles en Sucre. Un moxeño, dos chiquitanos y un guaraní. Sangre originaria del oriente.
Pareciera que no existen ni para los medios de comunicación audiovisuales que buscan colorido. Sólo el 6 de agosto las plumas que Miguel Peña se puso en la cabeza fueron la novedad para exportar al mundo la Bolivia indígena. Pero Miguel es más que colorido. Para empezar, ocupa una secretaría en la directiva de la Asamblea Constituyente, y de eso ni se enteraron los medios de comunicación. Debe ser uno de los originarios que más ha profundizado en su cultura.
Subrayo: ni quechua ni aimara. Ése debe ser otro agravante para la situación de invisibilidad de estos cuatro constituyentes, porque la mayoría indígena en este país está compuesta por esas dos culturas collas.
Pero tanto Miguel Peña, como los dos chiquitanos (José Bailaba y Nélida Faldín) y el guaraní (Avilio Vaca) son también invisibles para los constituyentes no indígenas del oriente que forman parte de la Asamblea Constituyente y que, sin despreciarlos, los ignoran.
¿Por qué escribir acerca de estos cuatro ciudadanos que están ‘respaldados’ por el partido que tiene mayoría en la Asamblea Constituyente (MAS)?
Para empezar, los originarios de tierras bajas tienen problemas muy diferentes a sus pares (¿?) de tierras altas. Se trata de culturas sustancialmente distintas. Por lo tanto, ‘no hablan el mismo idioma’. Y, para terminar, han sido tan debilitados por los no indígenas que hasta en sus propios territorios todavía siguen siendo explotados en condiciones de servidumbre.
Por ahora, el salvaguardar a nuestras culturas originarias aquí, en el oriente del país, sigue siendo para la chobena que se danza en la fiesta grande de los cruceños, como aquella que dice “la raza yuqui no morirá nunca jamás”, mientras los yuquis están siendo carcomidos por un hongo que poco a poco elimina sus pulmones. Ésa es parte de la problemática de nuestros pueblos en las tierras bajas de Bolivia, que han ido a demandar estos cuatro llaneros solitarios que quieren ser visibilizados en la nueva Constitución Política del Estado.

¿Por qué tener mi propio blog?

Porque el mundo debe conocer el otro rostro de Bolivia. De la Bolivia que tiene producción intelectual, de la que hace investigación social, de la que profundiza en su problemática y sobrepasa la tradicional forma de ver los fenómenos coyunturales y busca los porqué de éstos. De la que se mira a sí misma, se analiza, se critica y se devela.
De la Bolivia que está en el medio del fuego cruzado de los extremos que quieren truncar un proceso de concertación entre bolivianos. En ese medio que concentra a la mayoría. Porque es necesario provocar que esa mayoría que está en el centro (que no es el centro ni de la derecha ni de la izquierda) reaccione y diga lo piensa y lo que quiere para Bolivia, que al final no es el mapa. Somos de carne, hueso y cerebro. Y tenemos hijos, los que heredarán todo lo que estamos construyendo hoy.
Por eso es necesario generar espacios como este blog. Para decir lo que pensamos. Para que se enteren de lo que no publica la prensa tradicional, la de los medios masivos, aquella (nacional y extranjera) que nos muestra como revoltosos, como infelices y como miserables. Hay revueltas, hay infelicidad y hay mucha miseria, pero tiene sus orígenes y hay que profundizar en ellos y difundirlos.
Aquí encontrarán reportajes periodísticos en profundidad y reportajes de investigación; contrastados y equilibrados, con enfoque en problemáticas sociales de Bolivia. Todos de mi autoría. También iré introduciendo artículos de opinión que he publicados en medios masivos y alternativos. Por ahora, subiré algunos de mis programas de radio Sin pelos en la lengua grabado y, en tiempo no muy lejano, transmitiré el mismo en Real Audio. Se trata de un programa de análisis y opinión que se difunde los días sábados y domingos de 10 de la mañana a 12 del mediodía, por Frecuencia Urbana (106.7 FM) de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. El mismo promueve la opinión pública, es decir motiva a que la gente que lo escucha opine también a través de la línea telefónica o del e mail sinpelosradio@cotas.com.bo
Por una cuestión innata, todos los días, después de que leo la prensa, miro la televisión o escucho la radio, fijo posición respecto de los temas que me llamaron la atención y sobre los cuales conozco. Eso lo plasmaré en mi blog.

¿Autocensura periodística?

Decidí romper de forma arbitraria y unilateral el sospechoso silencio.
Hace unas semanas –‘por aquí pasó’– se informó a medias acerca de un terrible hecho de sensacionalismo periodístico que llegó incluso al acto delictivo.
Un colega se inventó un ‘dramarreportaje’. Contrató a los actores: nada más ni nada menos que menores de edad. Buscó los escenarios: dicen que alrededor de alguna escuela. Y, para completar su cuadro, compró la droga que debían exhibir sus actores. Como era lógico, hizo actuar a sus personajes frente a las cámaras. Obviamente utilizando la droga.
El caso fue tímidamente investigado e informado por el Ministerio Público, que hasta ese momento dio muestras de que no le temía al famoso ‘cuarto poder’ y lo difundió.
Me encargué de buscar las repercusiones en todos los noticieros televisivos que habitualmente hacen escarnio de este tipo de hechos. Curiosamente, el caso estuvo ausente en la agenda de estos medios.
Al día siguiente de la denuncia del fiscal, escuché a Carlos Valverde comentar sobre este caso: “Hoy por ti, mañana por mí”. Valverde fue el único crítico de este nefasto precedente periodístico. Y acotó un dato que no puedo pasar por alto: “Un programa matinal también está siendo investigado por la Fiscalía por un hecho similar”. Dio cuenta del nombre del programa y del caso específico: “Utilizaron falsos testimonios de menores que supuestamente se prostituían”.
En honor a la verdad, hay que subrayar que los diarios sí informaron del ‘dramarreportaje’ y de su autor.
Contrariamente a lo que sucede con hechos similares a éste, que son utilizados para subir y bajar el rating de los noticieros de televisión, este caso fue sospechosamente sepultado. ¿En qué quedó la investigación? ¿Qué pasó con el periodista y con el fiscal? ¿De dónde obtuvo el dinero el periodista para comprar la droga y para pagar a sus actores? ¿Qué pasó con los actores? ¿El Ministerio Público terminó de investigar a ese programa matinal que incurrió en un acto similar?
Espantada, me acabo de enterar de que decidieron imponerse el ‘código del silencio’. Que los periodistas que hacen cobertura de hechos policiales tomaron la decisión de ‘protegerse’ y no publicar el hecho a través de la televisión.
Los colegas que tomaron esa decisión no tuvieron ningún empacho en autocensurarse y se pusieron la mordaza. Dicen que la autocensura es más cruel que la censura.
¿La ex delegada del Presidente dando lecciones de ética después de haber estado vinculada al Gobierno?
Erguida y con la frente en alto. Pasé por la administración pública fugazmente, dejé productos concretos y dispuse el destino de más de medio millón de dólares sin pringar mis manos.
Con la misma ética con la que relaté historias y denuncié el tráfico de bienes del Estado ejerciendo el periodismo, también ejercí la función pública. Con esa misma ética, hoy rompo el silencio del maldito código que enmudeció a mis compañeros para apañar un terrible hecho que daña el noble oficio del periodismo y a la sociedad en su conjunto.