Viví contando historias

Lo diré de a poco. En estos casi 15 años conversando con la gente, escribiendo y publicando lo que ellos dicen, piensan y sienten y, sobre todo -tengo que reconocerlo- escribiendo lo que yo percibo, veo e interpreto de ellos, tengo como para escribir un libro.

He conversado con hombres, mujeres, niños y ancianos. Con dirigentes sindicales, con líderes indígenas, con líderes políticos, con presidentes de Bolivia y de otros países, con vecinos, con alcaldes, con concejales, con periodistas, con emigrantes en otros países y con todo ciudadano que consideré tenía algo que transmitir, algo que contar, algo qué denunciar o algo qué pedir. Incluso he escrito sobre aquellos fantasmas que salen de los canales de drenaje tambaleando a pedir una moneda para volverse a drogar.

Ese es mi único capital. El que quedó grabado en el disco duro de mi cabeza y que quiero compartir.

Imposible olvidar los rostros asustados de los soldados en los aserraderos de la frontera con Brasil cuya mano de obra era comercializada por militares del Ejército boliviano. Eso lo denuncié a mediados de los 90, cuando canal 9, hoy Unitel, era parte de ATB. El caso llegó al Parlamento Nacional. Más adelante les contaré el pequeño «precio» que pagué por meterme con un sector «intocable».

Imposible olvidar la cara de aquel vecino del Plan Tres Mil que desesperadamente me buscó en ese mismo canal de televisión para que le ayudemos a gestionar tubos de oxígeno para que su esposa viva. La mujer no tenía pulmones. Los había escupido de a poco debido a la tuberculosis. Le conseguimos el oxigeno, le ayudamos a internarla en el hospital y gestionamos para que los hijos pequeños fueran sometidos a tratamientos médicos para evitar el contagio. A la semana de estos trámites, el hombre volvió a buscarme. Estaba vestido de negro y con los ojos húmedos. Su esposa había muerto y pedía un último favor: que le ayudemos a conseguir el cajón para sepultarla.

También es imposible olvidar cómo se me erizó el cuerpo cuando vi nacer a los primeros trillizos probetas. Se me quiso salir el corazón de alegría como si hubiesen sido mi familia. ¡Qué increíble!

Este oficio ha sido lleno de altibajos. Uno de los picos de mi vida periodística se registró a mediados y hasta finales de los 90, cuando se realizó la búsqueda y posterior hallazgo de los restos del Che Guevara. ¡Qué experiencia! Correteando entre Santa Cruz de la Sierra y Vallegrande.

Aquí no termina, seguiré alimentando este espacio

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